El sábado pasado, al redor de las 20:00 hs, era una noche cualquiera en la pintoresca ciudad de Salta, donde las calles bullían de gente que salía de trabajar, ansiosa por comenzar su fin de semana. Pero entre la multitud, un intrépido conductor decidió que era el momento perfecto para convertir su automóvil en una cava rodante.

Nuestro "villano" envinado, con más de 2 gramos de alcohol en sangre (¡casi un Malbec entero!), zigzagueaba alegremente por la avenida San Martín como si estuviera en una pista del Dakar. Los peatones, confundidos, no sabían si estaban presenciando un nuevo estilo de conducción o el ensayo general para la próxima carrera.

 Pero, ¡oh sorpresa!, los inspectores de Tránsito, esos aguafiestas oficiales, decidieron unirse a la escena. Con la precisión de un sommelier catando una gran reserva, interceptaron al conductor en la intersección de San Martín e Ituzaingó. ¡Qué mala suerte! Justo cuando nuestro protagonista estaba a punto de batir el récord mundial de "cuántas cajas de vino caben en un auto".

Aquí es donde nuestro conductor borracho decide mostrar su verdadera naturaleza de "chico malo" haciéndose el picante. Quizás pensó que estaba en una película de acción, o tal vez creyó que podía intimidar a los inspectores con su aliento a bodega. Sea como fuere, su intento de hacerse el duro solo logró que pareciera más un capítulo cómico de "Policías en Acción: Edición Salta".

El desenlace de esta tragicomedia fue rápido y predecible. Nuestro antihéroe etílico vio cómo su licencia de conducir y su vehículo desaparecían más rápido que una botella en una fiesta universitaria. Los inspectores, convertidos en los verdaderos héroes de esta historia, salvaron el día y posiblemente varias vidas.