"Mamá, tengo tarea" era el pretexto que Fátima Velásquez usaba para escapar de los quehaceres y devorar revistas en su humilde casa rural de La Paya, Salta. Dos décadas después, esa niña que soñaba con ser maestra hoy es una de las dos únicas docentes que educan a 16 niños en este remoto paraje de apenas 130 habitantes.
Su inspiración fue la señorita Olga, su maestra de primaria, cuya pasión por enseñar la marcó para siempre. Pero en La Paya, la escuela solo llegaba hasta 7° grado y el secundario más cercano quedaba a 15 km. "Lo veía imposible", confiesa Fátima, cuya familia subsistía de la cosecha. El giro llegó con una beca de la Fundación Grano de Mostaza: a los 12 años dejó su hogar para estudiar en Cachi.
"Fue difícil, extrañaba, trabajaba de niñera y vivía en una pieza alquilada". Pero nada la detuvo. En 2023, volvió triunfante a su escuela primaria, ahora como profesora. "Sin esta ayuda, seguiría juntando nueces", reconoce emocionada. Mientras enseña en aula plurigrado, repite el mensaje que la guió: "Ustedes también pueden".
Cifras que duelen
En Salta, solo 1 de cada 6 jóvenes rurales termina el secundario (UCA). Como Fátima, 400 alumnos reciben hoy apoyo de la fundación, que desde 2003 ha becado a 3.000 chicos. "Las niñas son las más afectadas: muchas cuidan hermanos o hacen tareas domésticas", explica Paula Lohlé de la ONG.
Legado
Cada mañana, Fátima pregunta a sus alumnos -"¿Qué quieren ser?". Sus respuestas -médicos, policías, astronautas- ahora parecen posibles. "Les muestro mi historia: si yo pude, ellos también". En La Paya, donde antes solo se soñaba con la cosecha, hoy florecen nuevos destinos.