En Santa Cruz, los presos han intercambiado el aburrimiento de las celdas por el sudor de las obras públicas. Gracias al programa “Manos a la obra es ocio cero”, impulsado por el Gobierno provincial, los reclusos ahora trabajan en la construcción y mantenimiento de infraestructura. ¿La idea? Que no se queden cruzados de brazos y, de paso, aprendan un oficio. El gobernador Claudio Vidal lo resumió con un toque de optimismo: “Es devolverle a la sociedad un gesto por los errores cometidos”.
Este martes, 18 internos de la Unidad Penitenciaria N° 2 de Río Gallegos se pusieron manos a la obra (literalmente) en la construcción de un camping en la costanera. Adoquines aquí, cordones cuneta allá, y así, entre pala y cemento, los reclusos demostraron que hasta en la cárcel se puede ser productivo. Eso sí, siempre bajo la atenta mirada de personal especializado y con todos los elementos de seguridad. No vaya a ser que alguien se escape con una carretilla.
Aunque por ahora el programa se limita a la construcción, las autoridades no descartan extenderlo a otras áreas como la agricultura y la ganadería. Imagínense: presos cosechando zanahorias o cuidando vacas. ¿Será el inicio de una nueva era de “granjeros reformados”? Lo cierto es que el objetivo es claro: que los internos socialicen, trabajen en equipo y, sobre todo, dejen de pensar en cómo volver a delinquir.
La iniciativa busca reducir la reincidencia y desalentar la criminalidad, aunque algunos podrían preguntarse si esto no es más que una forma elegante de conseguir mano de obra barata. Sea como sea, los presos ya no están “ociosos”, y la ciudad gana espacios renovados.