El pasado 17 de febrero, Claudia Córdoba y Soledad Guitián alcanzaron un sueño que parecía lejano: recibirse como enfermeras en la Cruz Roja de Salta. Ambas, provenientes de humildes comunidades en los cerros, lograron este hito gracias al apoyo del Programa de Becas “Padre Chifri” de la Fundación Alfarcito. Familiares, amigos y miembros de la fundación las acompañaron en el emotivo momento de rendir su examen final, celebrando con alegría el fruto de años de esfuerzo y dedicación.
Claudia y Soledad no solo enfrentaron los desafíos académicos, sino que también superaron las dificultades económicas y sociales que muchas veces alejan a los jóvenes de los cerros de las oportunidades educativas. Con el respaldo de sus familias y la fundación, demostraron que, con perseverancia, los sueños pueden hacerse realidad. “El aguante” de su comunidad fue clave para llegar a este día.
Hoy, estas dos jóvenes no solo son profesionales capacitadas, sino también personas llenas de empatía y cariño, cualidades esenciales para el cuidado de los pacientes. Su vocación refleja el legado del Padre Chifri, quien dedicó su vida a la educación y el bienestar de los más necesitados. Sin duda, él sonríe desde lo alto al ver cómo su obra sigue transformando vidas.
Claudia y Soledad no están solas en este camino. Ellas forman parte de un grupo de siete jóvenes que, gracias al Programa de Becas, han logrado graduarse en distintas carreras, desde enfermería hasta psicopedagogía. Este año, el número de becarios supera los 30, un testimonio del impacto de esta iniciativa que busca romper el círculo de la pobreza a través de la educación.
La historia de Claudia y Soledad es un recordatorio de que, con apoyo y determinación, los sueños pueden florecer incluso en las condiciones más adversas. Su logro no solo es una victoria personal, sino también un regalo para su comunidad y para todos aquellos que recibirán sus cuidados. El Padre Chifri les sonríe, y su legado sigue vivo en cada sonrisa que ilumina los cerros.