Una mañana con más drama que novela turca. Todo comenzó cuando Franco Aguilar, conductor de un Peugeot 207, fue interceptado en la transitada esquina de Belgrano y Mitre. La Policía Vial lo acusaba de ser un conductor ilegal de aplicaciones, mientras él juraba y perjuraba que solo llevaba a "unos amigos". La situación escaló rápido: siete policías no fueron suficientes, y Aguilar, atrincherado en su auto, se convirtió en el protagonista involuntario de una escena surrealista.
Mientras Aguilar defendía su inocencia desde el interior del vehículo, apareció su abogado, José María Guaymás, para evitar que el incidente se convirtiera en una causa penal. "Sin orden judicial, no entrego el auto", repetía Aguilar, mientras su Peugeot se transformaba en una fortaleza rodante. Mientras tanto, los efectivos recababan testimonios que supuestamente confirmaban que el conductor cobraba por los viajes.
La llegada de la "artillería pesada"
Lo que parecía un simple control se convirtió en un despliegue policial digno de una película de acción. Infantería, bomberos con autobomba y más de 30 efectivos se sumaron al espectáculo, dejando a los transeúntes con la boca abierta. "¿Esto es Salta o el set de una peli?", se escuchó murmurar a algunos curiosos.
Algunos vecinos aprovecharon el momento para reclamar: ¿Y por qué no usan la misma energía para buscar a los narcos? Mientras Aguilar finalmente accedía a la multa tras horas de tensión, los vecinos del barrio 20 de Febrero no tardaron en expresar su descontento. "Para atrapar a un conductor de UBER despliegan un ejército, pero cuando llamamos por narcos, apenas se acercan", comentó Leonardo Catellani, recordando que muchas veces las respuestas policiales ante otros delitos son mucho menos contundentes.
Tras cuatro horas, Aguilar movió su auto a una sede policial, cerrando un capítulo insólito que dejó a los salteños preguntándose si un operativo tan desproporcionado era realmente necesario. Por lo pronto, el debate sobre las prioridades policiales sigue encendido.