Días antes de que la denuncia sacudiera los tribunales salteños, Estela Méndez —la joven que denunció al concejal Pablo López— se presentó en la sede de La Libertad Avanza. Según relató la diputada Emilia Orozco en una entrevista con Horacio Cabak, Méndez logró hablar con la dirigencia del partido, pero recibió una respuesta con desdén: “Vaya y haga la denuncia”.
La noche del escándalo, en Radio Infinito 96.5 se leyeron al aire mensajes del propio López. “Esto ocurre cuando me posicionaba como la figura emergente para Diputado Nacional”, escribió. Su declaración alimentó una ola de sospechas: ¿La cúpula libertaria lo dejó caer a propósito? ¿A quién beneficia su caída en plena danza de candidaturas?
Lo cierto es que los principales referentes de LLA estaban al tanto de los hechos antes de que estallaran públicamente. Sin embargo, no actuaron hasta que la presión social los obligó. En lugar de defender principios, optaron por cuidar la imagen. Una respuesta tardía que expone una peligrosa lógica: primero los votos, después las víctimas.
Estela Méndez no solo fue víctima de una situación de violencia, también quedó despojada de su trabajo en el Concejo tras su ruptura con el concejal. Cuando pidió ayuda dentro del espacio político que ella misma integraba como convencional electa, fue ninguneada. Hoy enfrenta la incertidumbre de saber si será expulsada o ignorada por sus propios compañeros.
Mientras la causa avanza, muchas miradas estarán puestas en la respuesta del partido. ¿Defenderán sus ideales de justicia o dejarán sola a quien se atrevió a hablar? La historia no termina acá, y será el cierre de listas el que revele qué intereses pesan más: los de la política o los de la verdad.
