Un suboficial de la Policía de Misiones, que estaba como cargo de la base de operaciones de la División Infantería de la ciudad de Eldorado, fue asesinado por un balazo. Las autoridades constataron la falta de al menos dos fusiles FAL y dos escopetas tipo Ithaca, calibre 12.70. La víctima vestía de civil y, aunque debía contar con dos compañeros, la guardia quedó desatendida. Esta negligencia permitió un ataque que sacudió los cimientos de la seguridad provincial.
Un hombre que dejó su vida en el cumplimiento del deber
Mauricio era más que un cabo. Era hijo, hermano, amigo. La Policía de Misiones expresó su pesar, pero las palabras no llenan el vacío dejado por esta pérdida. Las condolencias oficiales y la promesa de justicia retumban en una comunidad que exige respuestas. En un predio donde la vigilancia debía ser máxima, el descuido permitió que una banda armada ejecutara un golpe que parece sacado de una película.
Los delincuentes se llevaron al menos dos fusiles FAL y dos escopetas Itaka, armas poderosas que ahora están en manos equivocadas. Según testigos del barrio Santa Rosa, los atacantes llegaron desde Paraguay cruzando el río Paraná en una embarcación. Seis hombres, liderados por el temido Rodrigo Leonel Centurión, un nombre conocido por sus resonantes robos, huyeron en una camioneta que ya los esperaba.
Triple frontera
La zona de la Triple Frontera vuelve a estar en el centro del crimen organizado. Este golpe evidencia un sistema poroso, donde el control parece ser una utopía. Mientras la policía monta operativos en las rutas de Misiones, los pobladores viven con miedo. El eco de este acto resuena en cada rincón de la provincia, donde la confianza en las instituciones se debilita con cada irregularidad expuesta.
Eldorado está de luto, pero también está alerta. Este golpe no solo arrebató una vida y comprometió la seguridad, sino que también encendió una chispa de indignación. La justicia no puede tardar, y la comunidad exige que el sacrificio de Mauricio Miñarro no sea en vano.