La historia de Abril Dispenza conmovió a Argentina hace 20 años cuando, siendo apenas una bebé, necesitaba urgentemente un trasplante de corazón para sobrevivir. Sus padres, Sergio y Carolina, iniciaron una intensa campaña mediática que llegó hasta el entonces presidente Néstor Kirchner, quien ayudó a difundir el caso en todo el país.
El destino quiso que Enrique Pereyra, un excombatiente de Malvinas, viera la historia de Abril en televisión justo antes de emprender un viaje que cambiaría todas sus vidas. Un trágico accidente en Santiago del Estero le arrebató a su esposa Gloria ya su hija Romina, mientras que su pequeña Ayelén, de solo 17 meses, falleció días después. En un acto de amor inconmensurable, Enrique decidió donar el corazón de su hija específicamente para aquel bebé que había visto en la televisión.
A pesar de que los órganos no eran compatibles, los médicos del Hospital Garrahan realizaron una operación pionera en Latinoamérica con un trasplante a sangre cruzada. El procedimiento fue un éxito y marcó un antes y después en la medicina regional, abriendo nuevas posibilidades para futuros trasplantes.
Contra toda norma que impide el contacto entre donantes y receptores, las circunstancias especiales del caso permitieron que ambas familias se conocieran. Desde entonces, Enrique se convirtió en una figura paterna para Abril, tanto así que fue quien la acompañó en su entrada a la fiesta de quince años, un momento que simbolizó la unión inquebrantable entre ambas familias.
Hoy, Abril tiene 22 años, estudia psicología y se ha convertido en una apasionada defensora de la donación de órganos. Su historia no solo representa un milagro médico, sino también un testimonio del amor que trasciende la tragedia, demostrando cómo un acto de donación puede transformar el dolor en esperanza y unir para siempre a dos familias desconocidas.