"Deme medio kilo de pan y una docena de facturas", una frase que ya no resuena como antes en las panaderías de Buenos Aires. La crisis económica ha cambiado los hábitos de consumo, obligando a los locales a vender facturas del día anterior con descuentos de hasta 40%. Según la Federación Industrial Panaderil (Fippba), esta medida busca evitar pérdidas y permitir que los clientes sigan disfrutando de un pequeño gusto.
Las ventas caen, y con ellas, la tradición dulce de las panaderías. Productos como tortas, masas finas y bombones han desaparecido de muchas vitrinas. "Eran parte de nuestra identidad, pero hoy son un lujo", lamentan los panaderos. La situación es tan crítica que algunos negocios han diversificado su oferta, incluyendo comidas saladas o servicios de cafetería para sobrevivir.
"Los costos suben, pero los precios no", explica Raúl Santoandré, presidente de la Fippba. Aunque la harina, los huevos y otros insumos han aumentado más que la inflación, el precio del pan se mantiene estable desde noviembre. "Sabemos que la gente no puede pagar más", admite, pero advierte que, si la tendencia continúa, los aumentos serán inevitables.
La presión fiscal y la competencia informal agravan la crisis. Las panaderías formales enfrentan inspecciones constantes y costos regulatorios, mientras que la venta ambulante y online opera sin control. "Es una competencia desleal que perjudica a quienes cumplen las normas", denuncia Santoandré.
¿Habrá más aumentos? La Cámara de Industriales Panaderos (Cipan) ya aplicó un 12% de incremento en abril y no descarta nuevos ajustes. "La inflación puede haber bajado, pero nuestros costos no dejan de subir", afirma su presidente, Martín Pinto. El sector pide políticas urgentes para evitar el cierre de más locales y la pérdida de empleos.
Las panaderías, siempre termómetro de la economía familiar, hoy reflejan una realidad desgarradora. Mientras algunos clientes optan por facturas del día enterior, otros directamente dejan de comprar.