La tensión creció a cada paso. Mientras la mujer intentaba cubrirse, decenas de personas la insultaban y filmaban, generando una escena que rápidamente encendió alarmas por su alto nivel de violencia pública. “Esto no se hace ni con un animal”, expresó una vecina que presenció el hecho pero decidió no participar.
Minutos después intervino la Policía boliviana, específicamente la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC). Lograron dispersar a los agresores y trasladaron a la mujer hasta una dependencia policial para su resguardo y posterior investigación. Aunque fue acusada de robo, su situación legal todavía está en proceso.
Desde la FELCC recordaron a la ciudadanía que está prohibido hacer justicia por mano propia. “No podemos permitir que se repitan estos actos que rozan la tortura. Hay canales legales para resolver los conflictos”, señaló un vocero de la institución.
Este episodio no solo refleja el hartazgo social ante la inseguridad, sino también los peligros de caer en la violencia colectiva. Si bien la indignación puede ser entendible, los excesos dejan marcas imborrables y pueden desatar consecuencias aún más graves.