La Cámara de Diputados de Salta vivió uno de sus momentos más tensos durante la sesión del 10 de diciembre, cuando la legisladora Socorro Villamayor protagonizó un enfrentamiento directo con su colega Griselda Galleguillos. En una discusión que desbordó todos los límites del decoro parlamentario, Villamayor no solo calificó a Galleguillos de "ignorante", sino que además la amenazó con iniciar acciones legales por presuntos insultos hacia su padre, Juan Carlos Villamayor.
La disputa escaló con rapidez, transformando el recinto en un campo de batalla verbal. Villamayor, visiblemente alterada, se arremetió contra Galleguillos cuestionando su capacidad de comprensión lectora y acusándola de actuar con hipocresía respecto a la implementación de la controvertida "ficha limpia" a nivel nacional. Pero lo que realmente encendió las alarmas fue una feroz amenaza verbal: la diputada advirtió que su colega "tendría que recoger los dientes del piso" si seguía con su actitud.
Este incidente ha dejado una profunda marca en el ámbito político salteño, despertando cuestionamientos sobre la calidad del debate legislativo. Las amenazas y los insultos cruzados no solo evidencian una alarmante falta de profesionalismo, sino que también desnudan un preocupante deterioro en los principios básicos de diálogo democrático. ¿Es este el nivel que merecen los ciudadanos salteños?