? Un nuevo capítulo de corrupción y vergüenza se escribió hoy en Aguaray cuando Gendarmería Nacional detuvo un móvil de Infantería de la Policía Provincial en un control rutinario. Lo que parecía ser una inspección común y corriente, pronto se convirtió en una escena digna de una película de crimen organizado. ¿Es este el nivel de degradación al que ha llegado nuestra fuerza policial?

Según informó el periodista Raúl Costes de Infopocitos, el vehículo transportaba a tres efectivos policiales. En un acto que solo confirma su culpabilidad, uno de ellos se dio a la fuga, mientras que los otros dos fueron detenidos en el acto. Pero la sorpresa no terminó ahí: en el interior del móvil se encontraron tres cajas sospechosas, presuntamente conteniendo estupefacientes.

Es imperativo aclarar que estos individuos no merecen ser llamados policías. Son simples delincuentes que han abandonado su juramento de servir y proteger, para convertirse en mulas de alta jerarquía de una organización criminal. Han traicionado la confianza de la comunidad y manchado el uniforme que alguna vez juraron honrar. Su detención no es más que el primer paso para desenmascarar una red de corrupción que seguramente se extenderá mucho más allá de lo que podemos imaginar.

 Las autoridades tienen ahora la obligación moral y legal de llevar a cabo esta investigación hasta sus últimas consecuencias. No podemos permitir que este escándalo termine cortando por el eslabón más débil de la cadena. Es hora de que la justicia actúe con mano dura y desenmascare a todos los implicados, sin importar su rango o posición. La sociedad exige respuestas y acciones concretas. Es momento de limpiar nuestras instituciones y devolver la confianza a una ciudadanía que ya está cansada de tanta impunidad.