En un día como cualquier otro, un hombre de 33 años decidió que robar una motocicleta sería una excelente idea. Tal vez pensó que sería una forma emocionante de pasar la tarde, o quizás simplemente necesitaba un nuevo pasatiempo. Sea como fuere, su pequeña aventura pronto se convertiría en una odisea digna de una novela.

Desafortunadamente para nuestro protagonista, un vecino lo descubrió in fraganti. ¿Qué mejor manera de arruinar un buen robo que ser atrapado con las manos en la masa? Pero nuestro héroe no se rendiría tan fácilmente. En un giro inesperado, decidió refugiarse en la última guarida que cualquiera esperaría: ¡una sandwichería!

Imagínense la escena: un ladrón de motos acurrucado detrás del mostrador, rodeado de paninis y sándwiches de jamón y queso. ¿Acaso planeaba comer sus penas? Lamentablemente, su escondite no resultó ser tan efectivo, ya que la dueña de la motocicleta y su pareja lo descubrieron rápidamente.

En un dramático enfrentamiento digno de una película de acción, nuestro protagonista se abalanzó sobre la dueña de la moto. ¿Acaso intentaba robarle su sándwich también? Afortunadamente, su pareja intervino y lograron reducirlo hasta que llegó la caballería, también conocida como la policía.

Y así, con un final digno de una tragedia griega, nuestro héroe fue detenido y llevado ante la justicia. Pero, al final del día, su historia se convirtió en una deliciosa combinación de comedia y drama, perfecta para disfrutar con un sándwich en la mano.